Pasar al contenido principal
01/12/2017

La eficacia de las reformas estructurales impulsa el crecimiento

IEE en los medios
  • Compartir
Artículo de opinión de Almudena Semur, Coordinadora del Servicio de Estudios del IEE, en el número de Otoño 2017 de la revista El Empresario. A pesar del peculiar ambiente político que rodea a Europa tan difícil de ponderar y que, en principio, debería ser una fuente de incertidumbre que enturbiara el crecimiento económico, lo cierto es que la recuperación económica continúa desvinculándose, por ahora, del entorno geopolítico Como señala Juergen B. Donges: “Es como si la economía real se hubiera desvinculado del sector político. ¡Sería una perspectiva interesante! Pero, en realidad, conviene tener en cuenta que, en un entorno político incierto, los riesgos a la baja al final del día sí podrían materializarse, si no a nivel global, si en algún país importante.” La eurozona ha enfilado la línea ascendente situándose su crecimiento medio en torno a un 2,2%, según las previsiones del Instituto de la Economía Mundial. Se ha recuperado el nivel de PIB y de empleo anterior a la crisis. Pero, a pesar de ello, el impacto de la crisis ha dejado su estela de desencanto, y, para comprobarlo, solo hay que ojear los datos del último Eurobarómetro en los que un 44% de la población europea desconfía del proyecto de integración europea. Probablemente el crecimiento económico y su sostenibilidad en el tiempo sería el mejor bálsamo para curar las heridas, pero no es suficiente en estos tiempos convulsos que vivimos. También resulta  necesario un esfuerzo, por parte de los líderes de la UE, para generar más conciencia del valor que tiene el hecho de pertenecer a la Unión Europea frente a las ideas destructivas que defienden los populismos. En cuanto a nuestro pais,  España, las últimas previsiones de crecimiento sitúan nuestro PIB en torno  al 3,3% para este año y la tendencia es que siga creciendo en 2018, aunque en menor medida. Es la esperada desaceleración que  todos los analistas contemplan. Piense el lector que hemos estado creciendo a ritmos inusuales gracias a factores exógenos, como han sido el crecimiento del comercio mundial, la ausencia de políticas proteccionistas, la estabilización del precio del petróleo o la política monetaria de la eurozona, los famosos “vientos de cola”, pero también nuestro crecimiento se debe a factores endógenos. Se infravaloraron reformas concretas como la laboral o la financiera, así como el fuerte impacto derivado de las ganancias de competitividad adquiridas en los últimos años gracias a la reforma laboral y a los mecanismos de ajuste cíclico de la economia, como tampoco se tuvo el  potencial de crecimiento del consumo ante la recuperación del  empleo,  pero es inevitable pensar en que algún día pueden llegar las “vacas flacas”. De ahí que deshacer las reformas llevadas a cabo, o modificar las reglas del juego con una contrarreforma en el mercado laboral dotándole de mayor rigidez, no solo perjudicaría  la creación de empleo, sino que empeoraría más, si cabe, la situación de los colectivos más vulnerables como son los  desempleados de larga duración o los de baja cualificación. Lamentablemente, tanto en nuestro país como en el resto de Europa, los puestos de trabajo perdidos durante la crisis nos han dejado una herencia muy difícil de resolver. En España el empleo está creciendo a buen ritmo y hemos sido capaces de rebajar la tasa de paro en 10 puntos porcentuales desde el año 2013, con un sector, como el de la construcción, dado por “muerto”, pero todavía el porcentaje de empleo es un 10% inferior a los años previos a la crisis; y, pese a las voces que se vienen escuchando desde hace tiempo, es bueno recordar que la contención salarial ha tenido efectos muy positivos sobre la creación de empleo y la reducción del desempleo en nuestro país. En lo que respecta a nuestras cuentas públicas, la evolución de la economía española provocará que los ingresos fiscales sean mejores de lo previsto, pero esto no es óbice para ser rigurosos en la consolidación fiscal Todavía tenemos un alto nivel de endeudamiento  público y la normalización gradual de la política monetaria incrementará el coste financiero de la deuda pública, por lo que estamos obligados a afrontar dicho escenario  con un crecimiento sostenible en el tiempo. La contención del gasto público, que deberá ir encaminada a reducir el gasto corriente y no  el gasto en inversión pública que sin lugar a duda lastraría la capacidad de crecimiento de nuestra economía a medio plazo. La inversión en infraestructuras ha caído, en el transcurso de la década, un 57,4%. Pero, además, y tras tres años de recuperación, la tendencia  no ha variado. La reducción permanente en el gasto en inversión pública puede afectar al potencial de crecimiento futuro del país. Por esta razón se ha de revertir la situación, buscando, al mismo tiempo, soluciones alternativas que no recaigan exclusivamente en el Presupuesto público. En este sentido, es fundamental fomentar la colaboración público-privada e impulsar el uso eficiente en la gestión de las infraestructuras. Aún quedan muchas reformas pendientes que no deberían demorarse en el tiempo. Solventar las carencias de nuestro sistema educativo, así como facilitar un entorno competitivo en el que se mueva la empresa debería ser un objetivo prioritario. Piense el lector que el progreso de un país depende, entre otras cosas, de las oportunidades que tienen las empresas para desarrollar sus proyectos empresariales. A la actual situación política en nuestro país, en la que se tienen que producir  complejos equilibrios para aprobar determinadas reformas,  se le ha añadido el  desafío lanzado a la democracia española  por el actual gobierno de la Generalitat de  Cataluña  que no ha dudado en subvertir las reglas democráticas con tal  proclamar la declaración unilateral de independencia. El  conflicto, en el caso de que se alargarse en el tiempo,  no solo afectaría al crecimiento económico,  sino  a la convivencia social en dicha región.